Crítica constructiva a los Partidos Comunistas de Latinoamérica:
Entre la teoría y la tierra firme del pueblo
Compañeros y compañeras,
Con el respeto que merece toda lucha histórica por la justicia social, es necesario reflexionar sobre un desafío que hoy limita el alcance de muchos Partidos Comunistas (PC) en nuestra América: la brecha entre su lenguaje superestructural y las urgencias cotidianas de los pueblos. No se trata de negar el marxismo —herramienta esencial—, sino de preguntarnos: ¿Cómo hacer que la teoría no nuble la mirada sobre la realidad concreta?
1. El riesgo de la "revolución en papel"
Los PC han sido faros teóricos, sí. Sus análisis sobre la plusvalía, el imperialismo o la dialéctica son rigurosos. Pero cuando un obrero en una fábrica de Puebla, una madre en una villa de Buenos Aires o un campesino en el Cauca escuchan discursos cargados de "contradicciones antagónicas" o "superestructuras hegemónicas", ¿sienten que hablan de su vida? La teoría, sin arraigo en el lenguaje popular, puede convertirse en un código de iniciados, no en un arma de emancipación.
2. La desconexión con la voluntad popular latente
Mientras el pueblo llora inflación, violencia policial o falta de agua potable, algunos PC insisten en debates del siglo XIX o en purismos ideológicos. Ejemplos:
En Chile, el PC priorizó alianzas parlamentarias con la ex Concertación, mientras las demandas de las primera línea por una Asamblea Constituyente libre de viejos políticos quedaron en segundo plano.
En Brasil, la retórica clasista del PCB no logró conectar con el ascenso evangelista en las periferias, donde el hambre de espiritualidad y comunidad se mezcla con el hambre literal.
La voluntad popular no es solo económica: es cultural, territorial, afectiva. El pueblo no solo clama por salarios dignos, sino por dignidad, por raíces, por futuro.
3. Los PC y el desafío de la plurinacionalidad
América Latina late con luchas indígenas, afrodescendientes, feministas y ambientales. Sin embargo, muchos PC aún ven estas causas como "cuestiones secundarias" frente a la "lucha central" obrera. ¿Cómo explicar, entonces, que colectivos como el EZLN en México o el MST en Brasil —sin ser marxistas ortodoxos— hayan logrado movilizar más corazón popular?
4. Propuestas para un marxismo con olor a pueblo
Traducir, no traicionar: Usar metáforas cotidianas. En vez de "dialéctica materialista", hablar de "cómo el patrón nos roba hasta el sueño".
Escuchar antes de enseñar: Las asambleas barriales, los ritos ancestrales y hasta las letras de reguetón tienen claves para entender el dolor y la esperanza de los de abajo.
Abrazar la diversidad de luchas: Unir la huelga fabril con la defensa del río contaminado, la demanda de tierra con el grito por aborto libre.
5. Conclusión: Volver a la raíz, no al dogma
El Che lo dijo: "Hay que endurecerse, pero sin perder la ternura jamás". Los PC deben endurecer su conexión con el pueblo —hablando su lengua, abrazando sus batallas— sin perder el rigor teórico. La revolución no se hará desde citas de Lenin, sino desde caseríos, fábricas y plazas donde la gente aprenda que su hambre tiene nombre: capitalismo.
¡Que la próxima Internacional suene a cumbia villera, a rap mapuche y a tambor afro!
Con fraternidad crítica,
Un hermano de lucha.
"El marxismo no es un credo, es un método para transformar la realidad"
(José Carlos Mariátegui, desde algún lugar de la historia, aplaude este debate).
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