Carta abierta a los Compañeros de la Resistencia y de La Cámpora.
Queridos amigos:
Existe una fuerza más poderosa que los discursos en la política: la persistencia del gesto colectivo. Cuando un pueblo elige un día, una hora, un lugar para encontrarse, teje algo más profundo que una protesta: construye un ritual. Los miércoles a las cinco en el Congreso podrían ser eso: el latido semanal de la conciencia.
Pienso en los abuelos que llegan con sus sillas plegables. En los estudiantes que doblan sus apuntes para gritar. En los obreros que marcan el ritmo con llaves inglesas. No es una marcha: es el termómetro de un malestar que crece en silencio. Milei puede desairar una protesta, pero no podrá ignorar diez miércoles consecutivos donde la Plaza de los Dos Congresos hierve como un reloj que marca su cuenta regresiva.
La genialidad está en lo predecible:
Primer miércoles: Los jubilados llevan boletas de luz con aumentos del 300%.
Tercer miércoles: Los maestros despliegan libros de texto mutilados por el ajuste.
Quinto miércoles: Los médicos muestran fotos de hospitales vacíos de insumos.
Cada semana suma un dolor distinto al mismo reclamo. Así no se movilizan milicianos: se moviliza la Argentina real.
Y hay un cálculo frío detrás de esto:
Desgaste asimétrico: Ellos gastan recursos en operativos policiales; nosotros ganamos símbolos.
Memoria audiovisual: Las cámaras registrarán cómo crece la marea (20.000 el primer miércoles, 35.000 el cuarto...).
Geometría del poder: La Plaza del Congreso tiene dos destinatarios: los legisladores que dudan y los jueces que temen a la historia.
No propongo epopeyas. Hablo de acumular presencia como se acumula agua tras la lluvia. Cuando charlo con mis vecinos en el mercado, no piden consignas brillantes: piden saber dónde y cuándo estar. El miércoles a las cinco es simple. Tan simple como peligroso para quien subestima la terquedad de un pueblo que marca su calendario de dignidad.
Les dejo esta idea no como estratega, sino como hombre que ha visto caer dictaduras y gobiernos. Lo decisivo nunca fue el grito más fuerte, sino el grito que vuelve.
Con respeto,
Juan Prim
(Un vecino de Almagro que aún cree en las plazas)
La verdadera revolución no es la que cambia el mapa, sino la que cambia el reloj de una sociedad
— Anotación al margen en un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina
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