La Siembra y el Sendero: Un Eco de los Escritos de Carlos Olmedo
Queda la memoria, no como una losa, sino como una semilla. Desde los escritos de Carlos Olmedo en las FAR, surge una alegoría persistente: la de la siembra y el terreno.
Hubo quienes, con admiración legítima por un gran árbol milenario de Oriente, quisieron traer sus frutos a nuestra tierra. Sin embargo, en el afán de transplantar la semilla con fidelidad absoluta, a veces se olvidó de palpar la textura única de nuestro suelo, de escuchar la humedad de nuestro clima.
Esto no generó un enfrentamiento, sino una leve asfixia de la raíz. La planta, noble en su origen, crecía con debilidad, su tronco torcido por un viento para el que no estaba preparada. Era la tragedia de la fidelidad al mapa, en desmedro del conocimiento del territorio.
¿La solución? No está en el reproche, sino en la maduración de la mirada. Es "lo pasado, pisado": no para olvidar, sino para que la huella de aquel tropiezo fertilice la tierra. Se trata de aprender, como sugieren las antiguas alegorías, que no hay semilla universal, solo la sabiduría para escuchar la tierra que uno pisa.
El porvenir, entonces, no se construye con manuales prestados, sino con la praxis de quien, con la lección del arado en la mano, aprende a leer en su propio surco la forma exacta del futuro que debe sembrar.
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