De la unidad revolucionaria al frente popular: El FAS, el MDF y la búsqueda del poder sinérgico
La historia política argentina está marcada por intentos, algunos truncados violentamente, de construir instrumentos de poder popular amplios y unitarios. Dos experiencias separadas por medio siglo, el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) de los años 70 y el Movimiento Derecho al Futuro (MDF) liderado actualmente por Axel Kicillof, emergen como fenómenos que, desde contextos radicalmente diferentes, parecen perseguir un principio común: la búsqueda de un poder sinérgico, donde la fuerza resultante de la coalición supera ampliamente la de sus partes constitutivas.
El FAS, activo entre 1973 y 1975, fue quizás el esfuerzo más ambicioso de la izquierda revolucionaria argentina por crear una "herramienta política de masas". Impulsado estratégicamente por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), su potencia radicó en su capacidad aglutinadora sin precedentes. En su seno confluyeron no solo organizaciones políticas de diversa raigambre —desde el PRT-ERP y el Frente Revolucionario Peronista hasta el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO), socialistas y trotskistas— sino también un amplio arco de fuerzas sociales: sindicatos clasistas, agrupaciones villeras, comunidades indígenas (tobas, matacos, mocovíes), el movimiento estudiantil y sacerdotes tercermundistas.
Esta diversidad no era una debilidad, sino el núcleo de su sinergia. Como señalaban sus documentos, el FAS buscaba ser un organismo donde se resolvieran "contradicciones no antagónicas" y se ejercitara la "democracia directa" para transitar hacia la liberación. Su crecimiento fue geométrico y elocuente: de 4.000 asistentes en su congreso fundacional en Tucumán, pasó a 12.000 en el V Congreso en Chaco y alcanzó una asamblea monumental de entre 25.000 y 30.000 personas en Rosario en junio de 1974. Su programa, extenso y detallado, iba desde el control obrero de la producción y la estatización de la banca hasta reivindicaciones concretas de trabajadores, campesinos y pueblos originarios, articulando un horizonte socialista. Organizaciones como Poder Obrero teorizaron y practicaron dentro de este marco, entendiendo que la construcción de un "Frente de Masas" era esencial para que el proletariado industrial ejerciera un liderazgo político amplio. Esta experiencia fue brutalmente cercenada por la escalada represiva y los asesinatos, que imposibilitaron su desarrollo completo.
Medio siglo después, en un escenario democrático pero de profunda crisis y polarización, emerge otro proyecto que apela, en clave contemporánea, a una lógica de acumulación sinérgica. El Movimiento Derecho al Futuro (MDF), lanzado en 2025 por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, se presenta como un espacio dentro de la coalición oficialista Unión por la Patria. Su narrativa fundacional convoca explícitamente a "la construcción de una gran fuerza social y política" que represente a "trabajadores, sectores productivos, la ciencia, la educación y la cultura". Kicillof ha enfatizado que se trata de un movimiento que "nace de abajo para arriba, con todos los sectores", buscando articular una plataforma territorial con apoyo de intendentes, sindicatos y agrupaciones diversas para defender un modelo de provincia frente al ajuste económico del gobierno nacional.
La siguiente tabla contrasta los elementos centrales de ambos proyectos, subrayando las persistentes lógicas de la sinergia política a través del tiempo:
El nexo fundamental, más allá de las obvias diferencias ideológicas y tácticas, radica en la lógica del poder sinérgico. Ambos proyectos surgieron de la comprensión de que, en momentos de definición histórica, la fuerza capaz de incidir en la realidad no nace del sectarismo o la pureza doctrinaria, sino de la capacidad de tejer una voluntad colectiva a partir de la diversidad. El FAS lo intentó desde la radicalidad revolucionaria, congregando a quienes pugnaban por un cambio social profundo. El MDF lo intenta desde la gestión y la resistencia política dentro del sistema, agrupando a quienes se oponen a un proyecto económico y social considerado regresivo.
El FAS demostró que esa sinergia, aunque potentísima, es frágil frente a la violencia del Estado. El destino del MDF está por escribirse en el complejo tablero de la democracia electoral y la interna peronista. Pero en ambos casos, subyace una intuición política poderosa: que el camino para defender o transformar la realidad de un país complejo como Argentina requiere construir un "puño cerrado" —para usar la expresión del programa del FAS—, donde la convergencia estratégica multiplique la fuerza de cada dedo por separado. Esa es la herencia y el desafío que perdura.
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