Compañeras y compañeros de La Cámpora, dirigentes peronistas, y en particular a quienes insisten en cuestionar públicamente la gestión y las acciones de Axel Kicillof al frente de la provincia de Buenos Aires: es hora de reflexionar profundamente sobre el daño estratégico que sus críticas reiteradas e innecesarias infligen al movimiento kirchnerista, a la unidad de las fuerzas populares y, en última instancia, a la propia Cristina Fernández de Kirchner (CFK).
1. La Paradoja de Atacar a un Gobernador Clave
Axel Kicillof no es un adversario: es el gobernador de la provincia más importante del país, un bastión electoral y simbólico para el peronismo. Sus políticas, desde la defensa de los subsidios al transporte hasta el impulso a la obra pública en municipios postergados, son un dique de contención contra el ajuste neoliberal del gobierno nacional. Sin embargo, figuras como la propia Cristina, Eduardo "Wado" de Pedro, Mayra Mendoza, Máximo Kirchner y el senador Oscar Parrilli han optado por señalar supuestas "debilidades" en su gestión, incluso cuestionando decisiones técnicas como el manejo del déficit fiscal, la relación con sectores empresariales o directamente tratarlo de Judas.
¿Qué ganan con esto? Nada, excepto alimentar la narrativa de la oposición de que el Frente de Todos está fragmentado. Cada declaración crítica es un titular para Clarín o La Nación, un argumento para Patricia Bullrich o Javier Milei. ¿Acaso no entienden que el enemigo no está en la Rosada bonaerense, sino en el poder concentrado que busca desmantelar el Estado?
2. Cristina Fernández de Kirchner: Víctima Colateral de la Fragmentación
CFK ha sido clara: la unidad es el único camino para resistir al neoliberalismo. Sin embargo, cada vez que un dirigente kirchnerista desautoriza a Kicillof, indirectamente debilita el liderazgo de Cristina. Ella misma lo ha dicho: "Cuando me critican a mí, me fortalecen; cuando critican a los nuestros, nos debilitan". Las críticas a Axel, lejos de ser una "autocrítica constructiva", son munición para quienes buscan dividir al movimiento y erosionar la figura de Cristina como articuladora de consensos.
Recordemos: el law fare contra CFK no se detiene. Mientras algunos se enredan en disputas internas, la oposición judicial y mediática celebra. ¿Es este el legado que quieren dejar?
3. La Cámpora: ¿Vanguardia Revolucionaria o Sectarismo Suicida?
La Cámpora nació para ser la columna vertebral de un proyecto transformador, no para convertirse en una usina de disputas fratricidas. Algunos de sus referentes han caído en la tentación de presentar a Kicillof —un economista clave en la defensa de YPF y la renegociación de la deuda con los fondos buitre— como un "técnico despolitizado". Esto no solo es injusto, sino históricamente miope. Axel representa, junto a CFK, la síntesis entre pensamiento crítico y acción política. Atacarlo es diluir la identidad kirchnerista.
4. Parrilli: Coherencia vs. Oportunismo
Senador Parrilli: su trayectoria lo ubica como un histórico del kirchnerismo, pero sus recientes declaraciones sobre la "falta de diálogo" de Kicillof con los intendentes sonarían más creíbles si vinieran de un macrista. En lugar de sumar a la construcción colectiva, opta por el rol de "crítico interno", un lugar cómodo que no aporta soluciones, solo agranda grietas. La lealtad no se demuestra con adulación, pero tampoco con fuego amigo en plena batalla cultural.
5. El Costo Electoral: Regalarle la Provincia a la Derecha
La provincia de Buenos Aires es un campo de batalla. Cada desautorización a Kicillof desalienta a los militantes, confunde a los votantes y fortalece a sectores como Juntos por el Cambio o la ultraderecha. ¿Olvidaron que en 2023 la unidad fue la clave para evitar el regreso de la derecha a la Casa Rosada? Si hoy el movimiento se fractura, no habrá acto en Plaza de Mayo que compense el daño.
Conclusión: Unidad o Derrota
A Cristina Fernández de Kirchner no le hacemos un favor defendiéndola en Twitter mientras dinamitamos a sus aliados. A La Cámpora no la fortalece el purismo sectario, sino su capacidad para articular con sectores amplios. Y al peronismo no lo salvamos con internas, sino con la humildad de priorizar el proyecto colectivo sobre los egos personales.
Axel Kicillof no es perfecto —ningún gobernante lo es—, pero hoy es el muro de contención que evita que la provincia caiga en manos de quienes quieren privatizar la educación, la salud y la esperanza. Si de verdad creen en Cristina, en Néstor y en la Patria, es hora de callar las críticas públicas, sentarse a dialogar en privado y volver a la única consigna que importa: "Unidos o Dominados".
La historia los juzgará por lo que hagan hoy. Elijan bien.
Este texto es un llamado urgente a la autocrítica y la coherencia. El kirchnerismo no puede darse el lujo de ser su propio verdugo.
Joan Prim
DU 14.116.783
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