Tercera Parte: La Segunda Venida del Deseo — Berardi y la Reconstrucción de lo Sensible en el Chile del Colapso Semiótico
Prólogo: El Cuerpo que Falla en el Semiocapitalismo
Integrar a Franco “Bifo” Berardi no es añadir otro autor, sino reencuadrar radicalmente el problema. Berardi diagnostica nuestra época como el triunfo del semiocapitalismo: un capitalismo que ya no explota principalmente los músculos, sino la mente, el lenguaje y los afectos. La financiarización es, ante todo, una semiótica depredadora que coloniza el espacio mental, acelerando los ritmos de la comunicación hasta hacer imposible la formación de sentido compartido. El resultado es lo que él llama la “gran implosión”: un colapso de la energía psíquica y social, un agotamiento del deseo que se manifiesta en la epidemia de depresión, pánico y suicidios. En este marco, la pregunta revolucionaria ya no es solo “¿quién tiene el poder?”, sino “¿cómo recuperamos la capacidad de desear juntos?”.
Chile es un caso paradigmático de este fenómeno: el laboratorio neoliberal perfecto produjo también la mutación subjetiva más extrema. El estallido de 2019 fue el grito de un cuerpo social intoxicado de signos vacíos (créditos, promesas de consumo, discursos políticos fraudulentos) y privado de cualquier posibilidad de sentido auténtico. La “segunda venida” que anuncia Berardi no es la de un mesías, sino la reaparición de lo posible después del fin de la ilusión del progreso infinito. Es la venida de un nuevo horizonte de expectativa colectiva, que nace del reconocimiento del agotamiento y de la necesidad de una revolución de la sensibilidad.
I. El Cuerpo Semiocapitalista y la Necropolítica Chilena: Fanon Releído por Berardi
La descolonización fanoniana del cuerpo adquiere una nueva capa bajo el diagnóstico de Berardi. La violencia en La Araucanía o en las poblaciones no es solo represión física; es una ingeniería semiótica destinada a fragmentar la capacidad de respuesta colectiva. El Estado y los medios de comunicación generan un flujo constante de signos de miedo, desconfianza y escepticismo que anestesian la solidaridad.
Frente a esto, la lucha del pueblo mapuche no es solo por la tierra; es una batalla por defender una semiótica alternativa, una relación con el territorio y el tiempo radicalmente distinta a la lógica extractivista. Es un intento desesperado de proteger un código de sentido no capitalista. Del mismo modo, la potencia de las primeras líneas durante el estallido no residió solo en su bravura, sino en su capacidad de crear, en el calor de la lucha, lazos sensibles de confianza y cuidado —una semiótica de la barricada que era lo opuesto al individualismo competitivo del semiocapitalismo.
II. Guerrilla Semiótica y Máquinas Abstractas Deleuzianas en la Era del Algoritmo
Berardi toma a Deleuze y Guattari para llevarlos al extremo de la crisis contemporánea. Si el capitalismo es una máquina abstracta que produce subjetividad, hoy lo hace a través de plataformas digitales y algoritmos que formatean el inconsciente. La tarea de una “máquina abstracta revolucionaria” ya no puede ser solo la toma del Palacio de la Moneda; debe ser la creación de islas de resistencia semiótica.
Esto implica una guerrilla del código y el relato. Colectivos como “El Ciudadano” o “Radio Villa Francia” no son meros medios alternativos; son proto-máquinas de guerra semióticas que intentan ralentizar la comunicación, reintroducir la profundidad y el contexto, y tejer narrativas contrahegemónicas. Su batalla es contra la tiranía del timeline y el feed, que destruye la memoria histórica y la capacidad de proyectar un futuro. La consigna ya no es “¡Todo el poder a los soviets!”, sino “¡Desconecta el algoritmo, reconecta con el cuerpo vecinal!”.
III. La Comunidad Por-Venir como Terapia Colectiva: Agamben y la Cura del Cuerpo Social
El pesimismo esperanzado de Berardi encuentra un eco inesperado en la “comunidad por-venir” de Agamben. Si el semiocapitalismo nos encierra en la jaula de la identidad individual (el emprendedor de sí mismo), la comunidad que Agamben vislumbra es aquella que se funda en la exposición mutua de la vulnerabilidad. Justo lo que el sistema patologiza como “fracaso” o “burnout” puede ser el punto de partida para una nueva politicidad.
Las ollas comunes que resurgieron con fuerza en la pandemia no fueron solo una solución al hambre; fueron espacios de terapia colectiva. En ellas, el cuerpo exhausto por la precariedad encontró, en el acto de cocinar y comer juntos, una reparación de lo sensible. No era caridad, era un experimento de cura mutua, un rechazo práctico a la lógica que nos dice que estamos solos. Esta es la “segunda venida” en acto: la lenta, paciente reconstrucción de la confianza a partir de los fragmentos del colapso.
IV. El Hombre Nuevo como Sujeto Lento: Guevara en la Era de la Velocidad Digital
He aquí la síntesis más crucial: el “hombre nuevo” guevarista, en el marco de Berardi, debe ser reconceptualizado como el “sujeto lento”. Frente a la aceleración psicótica del semiocapitalismo, la revolución ética consiste en ralentizar la percepción y la acción. La paciencia estratégica de Mao se vuelve ecología mental.
Formar un cuadro hoy no es solo enseñarle teoría marxista; es entrenarlo en técnicas de autodefensa psíquica: aprender a desconectarse, a aburrirse, a cultivar la atención profunda, a leer un libro largo. Es la “huelga general del cerebro” que propone Berardi, pero aplicada como método de construcción política. El futuro militante no es el que tuitea más rápido, sino el que puede escuchar durante horas la historia de un vecino en una asamblea. Esta “lentitud” no es pasividad; es la condición para que emerja un deseo complejo y sostenible, en lugar de un impulso reactivo que el sistema absorbe y recicla inmediatamente.
Conclusión: La Segunda Venida es un Rumor que Nace del Cansancio
Bifo Berardi no nos da un plan, sino un umbral. Nos sitúa en el fin de una era y nos obliga a pensar la política desde la fatiga constitutiva del sujeto contemporáneo. La “dialéctica en la sombra” alcanza aquí su máxima profundidad: la verdadera lucha ya no es entre revolución y reacción, sino entre la eutanasia del deseo (el colapso final en la depresión generalizada) y la insurrección de la sensibilidad (la invención de nuevos órganos de percepción colectiva).
Chile, con su “neurosis exitosa” de país modelo que estalló por dentro, es el lugar perfecto para que esta segunda venida tome forma. No será un evento espectacular, sino un rizoma subterráneo de gestos mínimos: un taller de poesía en una población, una radio libre que emite en la madrugada, un banco de semillas que preserva la biodiversidad, una asamblea que decide ralentizar sus decisiones para asegurar que todos sean escuchados.
La revolución ya no se anuncia con un disparo, sino con un suspiro colectivo de alivio al romper el cerco de la soledad. Es el sonido del deseo que, tras haber tocado fondo, encuentra en la herida del otro la razón para volver a empezar. La sombra, al fin, era el útero de un nuevo nacer.
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