Las Condiciones para una Síntesis Viva: Más Allá del Ejercicio Intelectual ✍️
La hipótesis de una síntesis no antagónica entre la tradición de Mao y la de Trotsky deja de ser un mero ejercicio de especulación teórica y se convierte en una posibilidad concreta bajo un conjunto específico de condiciones materiales y subjetivas. Su realización depende de una convergencia dialéctica entre la crisis del sistema y la madurez de la fuerza revolucionaria.
En primer lugar, se requiere una crisis orgánica del capitalismo global más profunda y sincronizada que cualquier otra que hayamos presenciado. No basta con una crisis económica cíclica; es necesaria una crisis civilizatoria que combine una debacle económica con una emergencia ecológica terminal, una crisis geopolítica generalizada y un colapso de la legitimidad del Estado burgués en los centros imperialistas y la periferia. Esta conmoción demostraría de manera palpable la unidad estructural del sistema mundial —confirmando la premisa fundamental del análisis trotskista—, al mismo tiempo que haría estallar en pedazos sus manifestaciones desiguales —validando la necesidad de las herramientas de análisis maoístas—. Un cataclismo de esta naturaleza forzaría a las fuerzas revolucionarias a pensar en una estrategia combinada para un mundo combinado.
En segundo término, es imprescindible el surgimiento de un sujeto político con "doble herramienta teórica". Esto significa la emergencia de una vanguardia que, habiendo superado los dogmatismos de secta, sea capaz de manejar con fluidez ambos marcos teóricos sin someterse a ninguno de manera acrítica. Este sujeto no se definiría como "trotskista-maoísta" en un sentido ecléctico, sino como marxista revolucionario del siglo XXI, para el cual las experiencias de Trotsky y Mao son insumos críticos, no biblias. Esta fuerza estaría preparada para aplicar la ley del desarrollo desigual y combinado no solo al análisis de las formaciones sociales, sino a la propia estrategia revolucionaria, viendo la construcción de poder popular territorial como una forma de acumulación de fuerzas y el programa de transición socialista e internacionalista como el marco político que impide que esa acumulación se agote en un capitalismo estatal.
Finalmente, la síntesis se activa con la existencia de un "laboratorio" revolucionario exitoso. Que un movimiento o proceso concreto en un país de la periferia logre, aunque sea de forma incipiente, implementar una praxis que combine la construcción de poder popular dual y la guerra prolongada con un programa abiertamente socialista e internacionalista, y que, además, instituya mecanismos de democracia obrera permanente para combatir la burocratización. El éxito práctico, incluso parcial, sería la prueba de fuego que convertiría la hipótesis teórica en un modelo tangible y atractivo, galvanizando a las corrientes internacionales y demostrando que otro camino es posible.
El PRT-ERP: Por qué la Síntesis Pudo Germinar en el Sur ✍️
La pregunta de por qué esta síntesis no emergió con claridad antes de la experiencia del PRT-ERP en Argentina, particularmente a partir de su Cuarto Congreso, encuentra su respuesta en las barreras históricas que su pionera audacia logró sortear.
Antes del PRT-ERP, la síntesis era casi impensable debido a la férrea hegemonía del estalinismo y la dicotomía imperante. Durante décadas, el movimiento comunista mundial, dominado por la URSS estalinista, había demonizado a Trotsky como el "archienemigo". El trotskismo era, en el mejor de los casos, un anatema. El maoísmo, si bien surgió como una crítica anti-revisionista, lo hizo desde el marco de un Estado-nación, China, cuya praxis en la geopolítica a menudo entraba en conflicto con el internacionalismo más abstracto de muchas corrientes trotskistas. El campo de la izquierda revolucionaria estaba, así, profundamente polarizado. Elegir un bando implicaba, con demasiada frecuencia, rechazar al otro. La teoría era, en gran medida, prisionera de la geopolítica de los Estados.
Además, existía una diferencia abismal en los contextos históricos de origen de ambas teorías. La teoría de Trotsky se forjó en el contexto de la degeneración de una revolución ya triunfante y desde el exilio de la burocracia soviética. La teoría de Mao, en cambio, se forjó en la lucha por conquistar el poder en una semicolonia masiva. Esta diferencia de escenarios primordiales hacía que sus herramientas parecieran destinadas a problemas distintos: una para la toma del poder, la otra para la regeneración del poder una vez tomado.
El PRT-ERP, sin embargo, irrumpió en un contexto histórico único que le permitió saltar por encima de estas barreras. La América Latina de los sesenta y setenta era un hervidero de luchas antiimperialistas, con la Revolución Cubana y la vietnamita como faros, y con el guevarismo actuando como un potente catalizador que privilegiaba la praxis sobre el dogma. En este caldo de cultivo, la burocracia soviética era vista por la joven vanguardia como reformista y pactista, mientras que la China de la Revolución Cultural Cultural aparecía como el faro revolucionario más dinámico.
Fue en este contexto donde el PRT-ERP, bajo el liderazgo de Mario Roberto Santucho, demostró una audacia teórica excepcional. Realizaron una lectura no dogmática del trotskismo. No vieron en Mao a un enemigo, sino a un revolucionario que había desarrollado instrumentos prácticos —el análisis de las contradicciones, la guerra popular, la centralidad del campesinado y el poder territorial— que eran necesarios para aplicar el programa internacionalista de Trotsky en la realidad concreta de un país como Argentina. Para ellos, la Guerra Popular Prolongada no era una negación de la Revolución Permanente, sino la forma concreta que esta adoptaba en las condiciones de lucha en la periferia latinoamericana. Fue la inmersión en la praxis revolucionaria lo que los forzó a ser pragmáticos y sintéticos; la teoría pura no bastaba para construir un ejército y ganar al pueblo, y fue en el arsenal maoísta donde encontraron lecciones invaluables para esa tarea.
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